No dejes de seguir al conejo blanco

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domingo, 14 de noviembre de 2010

Spreeng


Todos buscamos que los pétalos florezcan cuando les cae la luz, que ese beso sea siempre para nosotros, que la carta que esperamos no se la lleve un mar de aire. Todos soñamos, todos somos nocturnos, todos veraneamos. Todos somos Shakespeare, Shakespeare somos todos. Entre los árboles fuertes nacen luciérnagas con piernas y hombrecillos verdes, en nuestra frente crecen las dudas como crecen en otoño los hongos. Cuando se mueven las hojas por la noche esperamos ver esa tímida brisa que arrulla el viento, esperamos encontrarnos con la muerte, pero solo de paso ya que siempre tendrá cosas más urgentes. Esperamos reposar en la yerba, fría y dulce del rocío, mirar al cielo y contar las tintineantes estrellas que nos acompañan. En una desfiguración borrosa, acudiremos al deseo, mientras el deseo vaga al infinito. Murmuraremos, protestaremos, lloraremos, nos dispersaremos... Todo hasta que dejemos que el amor nos haga a nosotros en vez de nosotros a él, y la noche se apague igual que el sonido de una orquesta cuando te adentras en un bosque, mientras el sonido se disipa en el final del sueño, hasta que agarremos la almohada y deseamos morir durmiendo para no tener que despertar...


PUCK. Si nosotros, vanas sombras, os hemos ofendido,
pensad sólo esto y todo está arreglado:
que os habéis quedado aquí dormidos
mientras han aparecido esas visiones.
Y esta débil y humilde ficción
no tendrá sino la inconsistencia de un sueño;
amables espectadores, no nos reprendáis;
si nos perdonais, nos enmendaremos.
Y, a fe de honrado Puck,
que si hemos tenido la fortuna
de escaparnos ahora del silbido de la serpiente,
procuraremos corregirnos de inmediato.
De lo contrario, llamad a Puck embustero.
Así, pues, buenas noches a todos.
Dadme vuestras manos, si es que somos amigos,
y Robin os lo restituirá con resarcimiento.
"A Midsummer's Night's Dream", Final Act


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