No dejes de seguir al conejo blanco

No dejes de seguir al conejo blanco

viernes, 25 de febrero de 2011

El poder de la Creación

Diseñamos las escaleras para poder acercarnos a Dios.
Diseñamos los sótanos para poder escondernos de él.

jueves, 24 de febrero de 2011

La condición primera

Es realmente el hombre necesario para el pensamiento, es más bien necesario saber que el hombre es como es porque vive para existir por una breve pérdida de tiempo. Y todo buen hombre sabe que no hay dulce retorno, que es la instantaneidad y la capacidad efímera de las cosas la que le da esa condición. Por eso creemos ser más importante que el resto, por eso pensamos en nosotros primero antes que en otros. Porque, por más quimeras que cavemos o construyamos con cemento, por más conceptos o leyes que aprendamos, vamos a seguir queriendo sobrevivir. Y cuando la vida pende de un hilo, ninguno debe de ser más valioso, y si lo es, deberíamos matarlo... ¿ No es así?

domingo, 20 de febrero de 2011

La beligerancia y los paquidermos


Sobre el valle de los valles
va volando un elefante
con las orejas como alas
y reflejos de diamante

Va cruzando la explanada
con un llanto quejumbroso
y desprende sus lágrimas
hacia el fondo de un pozo

Aprovecha el viento norte
para huir de la barbarie
donde no hay hombres ricos,
donde ya no muere nadie...

Donde las flores son flores
y los valles mueren valles,
ni trincheras ni quimeras
para que los poetas callen

Y que no haya mas gobiernos
que se coman nuestro gozo
ni mas madres que plañiden
a la vera de un foso

Sobre el valle de los valles
va escapando un elefante
ya que el tirano podrido
quiere al pobre echarle el guante

Va alejando a Madre Patria
de su mente hacia el exilio.
Él quiere llamarse extranjero
para amar así su idilio

jueves, 17 de febrero de 2011

Locura callejera

En la calle un hombre toca el acordeón. Se acerca a una chica y le saca el monederito de cuero para que le de algún céntimo. La chica señala que lleva puesto un coclear, que es sorda de nacimiento así que se encoge de hombros y le da un euro. Para celebrarlo, el músico le toca otra canción

viernes, 11 de febrero de 2011


"¿ Cómo es posible que un hombre que se pasara casi treinta años encerrado en una celda minúscula nada más salir perdone a los que le encerraron?"







Después de escalar una gran colina, uno se encuentra sólo con que hay muchas más colinas que escalar.

jueves, 10 de febrero de 2011

Los orgasmos y la muerte.

La idea de la muerte no está mucho más lejos que el suceso de un orgasmo. Es, en cierto modo, la culminación irreverente de un esfuerzo, está ahí para intentar acariciarlo. Para intentar acariciar su núcleo, ya sea con las yemas de la piel o con los apéndices del corazón. Pero ambos son ese estremecimiento bello, hacen derretirse las columnas vertebrales con un pálpito dorado. Ambos son conceptos o nombres creados por el hombre; ambos son necesarios y deliciosos. Ambos son en muchos casos, necesitados y necesitados, y en otros muchos, obviados. Atañe tanto a hombres como a mujeres, los hace buscar un medio de vida, los hace aprovechar la existencia.
Cuando alguien sale a divertirse lo hace por dos cosas : para buscar un buen orgasmo y para evitar una mala muerte. Es por eso que los franceses lo llaman " la petite mort", es un estado en el que se nos desprende el alma del cuerpo, sale volando para acariciar las nubes.
¿La diferencia? La muerte no te devuelve de ese estado ingrávido.
¿La función? Nuestra consciencia sobre lo necesario que es amar para vivir.

martes, 8 de febrero de 2011

La actitud corrosiva del llanto

Es gracioso mirar cómo caen los goterones con desparpajo, dejando resbalar sustancia inocua y dañina, fruto de nuestro propio dolor, el agua salada que nos causa sed de manera comedida. Dejándose robar los momentos existenciales por características o coincidencias que no dependen de uno mismo, y eso le hace latir el corazón de una forma más podrida e intensa. De nada sirven las lamentaciones, todos nos acabamos consumiendo al ver nuestro rostro calcinado y en carne viva por haber perecido nuestro amor, y eso nos da más lástima, y acabamos siendo puro ácido que se va por el sumidero del baño, deseando no haber sentido nunca, nunca, nunca...

Homo homini lupus

Eso dice Thomas Moro en uno de sus ensayos; y tal grande fue este pensador para hacernos pensar en la capacidad social del hombre de vivir en una comuna, de vivir en un conjunto. Y si uno se pone a pensarlo, ciertamente puede hallar que no todos los animales viven en manada. Por eso usa en esta frase al lobo como animal, porque son solitarios, si bien tienen ciertos intereses cuando cazan en manada. Somos una bestia peluda que se enfrenta a su propia sociedad, a la propia necesidad de orden. Cuando un perro ve a otro perro se pone a ladrar, tiene miedo de ese propio ser que desconoce. Se teme al propio reflejo, teme su conocimiento, en cierto modo sabe uqe se conoce pero se teme. Es, por tanto, obvio pensar que las leyes de supervivencia establecen las necesidades de forma inherente, si no tuviéramos la razón sería la forma predestinada en la que viviríamos.
Es cierto, estuvo acertado. Pero el factor principal aquí es que los perros se ladran cuando se ven, saben que esa desconfianza que brota desde los inciertos orígenes de su instinto, debe ser obedecida. Y se repelen y ahí acaba la evolución, mantienen sus límites intactos y sus colmillos afilados pero sin sangre.
Pero, nosotros, nosotros somos esa barbarie que por el propio exponente bacterial nos empeñamos en aliarnos. ¿ Existe realmente la bondad o el sentido del conjunto? Eso es imposible de saber, solo tenemos estadísticas que nos hacen horrorizarnos tras los asesinatos cometidos. Nosotros buscamos la supervivencia con igual sangre buscan las sanguijuelas un trozo de piel tibia y rosada. Y todo, ¿para qué? Todo el día quejándonos de cómo es que no funciona, qué horror. Vivimos en nuestro propio infierno, embutidos en una desconfianza que es como la savia bruta, y que día a día no hay más motivos para preguntarnos si los animales somos nosotros o los propios lobos.

domingo, 6 de febrero de 2011

Cansancio

Escribir un cuento varias veces agota más que embarcarse en la odisea de empezar y acabar una novela.

sábado, 5 de febrero de 2011

Pues yo creo tener razón

Es muy triste ir y venirse prodigando el amor libre de generaciones antediluvianas, cuya música conservamos en pos de la obsolescencia, pero cuyos valores obviamos como la lluvia que se llevan los desagües por las aceras. El caso es que la sociedad es un modelo de nuestra forma de realizar las actividades, un reflejo de la vida, de la forma anteriormente establecida que nos hará ser más felices.
Pues bien, yo creo que la gente no entiende a veces la frontera de las palabras clave , no entiende que "AMOR" es una palabra que hace que se te llene la boca pronunciándola, no puede ser. Guerras y miserias, están al margen de esta imagen bicéfala que nos plantea la sociedad : Deseo y deber. Pese a que tenemos que llevar una irremediable guerra continua, una cosa está clara : ser racional solo lleva al disfrute si usas la razón cuando haces acto de disfrute. Esto es, dejemos de preocuparnos seriamente de lo que la sociedad nos impone como un canon de mierda para mantenernos bajo jurisdicción, y pidámosle a nuestro corazón que salte por nuestro estómago y se dirija hacia la revolución que haremos los órganos de aquellas personas que creen que el amor ni tiene condición, ni tamaño o forma ni destinatario único.

viernes, 4 de febrero de 2011

El hombre adscrito al centripetismo

Leo Prado tardó especialmente en quitarse las legañas aquella mañana. Había leído los diarios viejos que se amontonaban siempre alrededor de él, y se iba sacudiendo la porquería que durante la noche se le iba acumulando en la chaqueta. Estaba cada vez más arrugado, una vez al año se estremecía, se acariciaba las canas, y se notaba por su amargura que, al agarrar de vez en cuando sus pertenencias, siempre las mismas, en ese cúmulo de cosas que le giraban alrededor de la cabeza, iba demostrándose que poco más podría aguantar.
Se preparó una taza de café con esa cafetera que tenía amarrada a un costado de su chaqueta, como esas pequeñas suciedades que se le acumulaban irremediablemente, por no tener una mujer cariñosa que accediera a mantenerlo aliñado. También agarró una tostada adherida a un trozo de cojín que pasaba por allí. " Bueno, menos da una piedra", pensó.
Parece que en torno a él había una órbita, pero más bien estaba cargando las cosas con las cuerdas, era como que entre todas se arrastraban, pequeños animales sin rumbo.Y no hacía más que lamentarse de haberse caído.
- Y mis nietos, solía decir en voz alta. A veces las paredes ígneas y magmáticas hacían retumbar el eco dolorido de su voz. Acostumbraba a pensar en que ya tendría nietos, puesto que cuando cayó al agujero, ya sus dos hijos estaban casados. Muchas veces las imaginaba entre sus brazos, y cuando abría los ojos, realmente estaba abrazando a una almohada que se consiguió atar.
Pese a la completa ingravidez, su vida concurría con normalidad. No tenía apenas preocupaciones, como llegar tarde al trabajo o no tener planchada la camisa; esa vacuidad le daba siempre mucho tiempo para pensar. Pero no pensaba en lo absurdo de todo aquello, pensaba que simplemente había sucedido como una de esas cosas de la naturaleza que no somos capaces de entender.
Sacó de su chaqueta un trozo de papel desgastado. Ponía " Le recogeremos con un imán, procure estar cargado de cosas de metal. " Cada año lo mismo, él con su pluma intentaba escribir decentemente una fecha, parecían manchas de tinta mal puestas, en las que siempre aparecía el mismo mes y día, siete de mayo, aunque lo único que variaba era el año. En la del noventa y seis, ponía que lanzarían muchas cuerdas para que intentara aferrarse a alguna, pero lo cierto es que se tropezó con tal maraña, y por poco no se ahoga. En la del noventa y siete, que iban a poner una malla metálica, pero no contaron en la considerable anchura del camino por el que él circulaba. Salió por uno de los lados del camino debido a las fluctuaciones, se rozó por el carbón de una de las paredes, mientras el otro lado puntiagudo de la propia malla le iba rajando levemente la zona del ombligo. Al oír sus gritos por encima del ajetreo de la superficie, decidieron retirar la malla rápidamente, y ponerse a buscar otro plan. Habían sido quimeras fallidas, ideas fallecidas durante muchos años. Al final uno se acostumbra a esa tesitura, encontró formas de subsistir, incluso cada vez el café le iba saliendo más rico. Aprovechaba los orificios que se le aparecían a veces, y cuando pasaba por Colombia arrancaba semillas para hacerlas tostadas, iba probando sabores de Sumatra, iba dejándose seducir por el placer sibarítico de la taza a media tarde. Pero bueno, esto también le había permitido llevar una cartografía intensa de todos los sitios que había pasado repetidamente.

Ni se le hubiera ocurrido que, por salir aquel verano, caería en ese hoyo. Tampoco se le habría ocurrido pensar que las cosas tienen magnetismo, que la propia Tierra tiene un magnetismo. Pero el caso es que se cayó, se quedó girando en mitad de ese vacío, y al principio se sintió muy solo, lloró tanto que la piel parecía cal viva. Pero poco a poco lo fue superando, aunque al principio mantenía la esperanza de que lo rescataran al pronto, pero se le fue quedando en el camino.
Y entonces empezó a prepararse , a acicalarse, a mentalizarse de que sí, no, quizá iba a salir, quizá vería a su familia esperándolo, o quizá quedara resignada a la propia consigna de ese hoyo sin solución.
Pero se abrochó la americana, recogió sus cosas, les dio una vuelta con la cuerda sobre sí mismo. Le dio cuerda al reloj que llevaba de bolsillo, el cual le había mantenido conectado con el exterior durante aquel tiempo. Se precipitó al saber que sólo quedaban unos quince minutos.
Se imaginó a su familia viéndolo llegar, su mujer deseando poder acordarse de la cara que una vez acarició, y quién sabe qué cambios, qué sorpresas, qué sobresaltos.
De pronto se imaginó en un banco dándole de comer a las palomas, se vio un artificio de la socidedad. Era una reticencia de la sociedad, de esas que desgravan en Hacienda. Sería una pobre momia, un poco triste, era demasiado joven para serlo.
Diez minutos
Entonces empezó a sentir nostalgia. un patriotismo de todos lados, todo lo que había visitado era maravilloso y no podía encerrarse entre fronteras. Y no solo eso, él había estado al margen del tiempo. Había conseguido un elixir de vida.
Cinco minutos.
Los pasó un poco angustiado, pensando que lo iban a ensartar, como siempre, de alguna manera brusca, para "intentar" sacarlo, y quién sabe si concederles una entrevista a esos ansiosos y repentinos medios de comunicación. El hombre que giró y giró como un electrón alrededor del núcleo terráqueo.
Sintió un cosquilleo cuando las cosas metálicas que llevaba encima vibraron, y vio cómo iba ascendiendo cada vez más rápido del flujo que lo empujaba, iba notando la somnolienta luz de la mañana, y al fin con un sonido seco vio que se pegaba a un imán gigante, y que la cafetera se abollaba por el impacto inmediato contra la placa.
Cuando estuvo en la superficie, nadie pudo creérselo. Ni él con eses aspecto tan desvencijado, los nietos lo miraban desconcertados, casi con pavor, sus hijos no sabían si abrazarlo; pensaban quererlo, pero les pareció menos padre de lo que era en las fotos. Y la mujer, cuando lo vio, no pudo más que reprimir la sorpresa y mostrarle una triste sonrisa de circunstancia.
El hombre, entendiéndolo todo, y ante el asombro de muchos científicos que estaban allí trabajando, se despegó del imán, hizo un saludo muy descuidado con la mano y se volvió a lanzar hacia dentro del agujero, como nadie sospecharía que hiciera.
Cuando esperaron al lado del agujero al año siguiente, ya estaba en estado de descomposición. Los científicos no pudieron explicarse cómo pudo haber descomposición en esa continua cinética, hasta que se dieron cuenta de que los gusanos que la provocaron se habían pegado anteriormente a la suela de sus zapatos, cuando lo sacaron del hoyo pisando la yerba.
Los hijos y nietos poco pudieron recoger en herencia. Tan solo su sombría americana, un par de textos que había escrito de mala forma, debido a la postura en la que tenía que hacerlo, y una cafetera vieja, abollada y cobriza, donde estaban los sedimentos de treinta y nueve años dando vueltas sin sentido.