No dejes de seguir al conejo blanco

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martes, 8 de febrero de 2011

Homo homini lupus

Eso dice Thomas Moro en uno de sus ensayos; y tal grande fue este pensador para hacernos pensar en la capacidad social del hombre de vivir en una comuna, de vivir en un conjunto. Y si uno se pone a pensarlo, ciertamente puede hallar que no todos los animales viven en manada. Por eso usa en esta frase al lobo como animal, porque son solitarios, si bien tienen ciertos intereses cuando cazan en manada. Somos una bestia peluda que se enfrenta a su propia sociedad, a la propia necesidad de orden. Cuando un perro ve a otro perro se pone a ladrar, tiene miedo de ese propio ser que desconoce. Se teme al propio reflejo, teme su conocimiento, en cierto modo sabe uqe se conoce pero se teme. Es, por tanto, obvio pensar que las leyes de supervivencia establecen las necesidades de forma inherente, si no tuviéramos la razón sería la forma predestinada en la que viviríamos.
Es cierto, estuvo acertado. Pero el factor principal aquí es que los perros se ladran cuando se ven, saben que esa desconfianza que brota desde los inciertos orígenes de su instinto, debe ser obedecida. Y se repelen y ahí acaba la evolución, mantienen sus límites intactos y sus colmillos afilados pero sin sangre.
Pero, nosotros, nosotros somos esa barbarie que por el propio exponente bacterial nos empeñamos en aliarnos. ¿ Existe realmente la bondad o el sentido del conjunto? Eso es imposible de saber, solo tenemos estadísticas que nos hacen horrorizarnos tras los asesinatos cometidos. Nosotros buscamos la supervivencia con igual sangre buscan las sanguijuelas un trozo de piel tibia y rosada. Y todo, ¿para qué? Todo el día quejándonos de cómo es que no funciona, qué horror. Vivimos en nuestro propio infierno, embutidos en una desconfianza que es como la savia bruta, y que día a día no hay más motivos para preguntarnos si los animales somos nosotros o los propios lobos.

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