No dejes de seguir al conejo blanco

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sábado, 2 de abril de 2011

Una Navidad acomplejada.


Uno a veces se siente lleno por el propio hecho de estar acompañado. Deberíamos hacer memoria en esas épocas de navidad, en las que la familia está unida, incluso para vivir esas tragicomedias de infarto que muchas veces suceden, que si son tristes, pero nos pillan bien acompañados. Bien, pues el propósito de los villancicos es exaltar esa unión majestuosa, esa cadencia de vidas distintas unidas en un solo hilo, cantando con una holy voice, recordándonos que la Navidad no es una época para estar solo. Y no para ahuyentar el suicidio que aparece frente nuestras vidas, como una opción alitúrgica contra el moho y la sociedad (también incluyo la saciedad), sino para revivir el simple hecho de poder sentir un canto , una presencia, una mano, el acto más feliz del mundo que es cenar en medio de algarabías calientes y de platos hondos.

Yo no sé si creo en Dios. No me llamaría agnóstico, puesto a llamarme así de alguna forma, preferiría que me llamaran algo como langostino, algo más inocuo y que no altere mi condición. Pero si es cierto que viene a salvarnos, que viene a mecernos en unos brazos ( sin saber si son firmes) y a escondernos en un verbo ( sin saber si está conjugado), tenemos que estar agradecidos por eso. Por el hermoso cuerpo que poseemos, el cual cargamos de desprecio y escupimos ante el espejo, al que sometemos a cultos y a dietas insanas. Por la hermosa belleza interior, un aura que refleja como un faro, la luz pura de la luna incidiendo en nuestros corazones. Debemos estar agradecidos por estar respirando, por sentir un hondo y profundo beso mientras la vida va fluctuando. ¿ Por qué hablo de esto en abril? No lo sé, pero es como omitirlo por el simple hecho de que no va a suceder jamás. Está más cerca de lo que nosotros creemos, no está en los regalos, ni en las fechas señaladas, ni en ese almizcle que se te desmenuza en la boca al morder el turrón y el cava. No está en el regocijo de todo lo que tenemos, de todo cuanto poseemos. No señor. Todos estamos equivocados. La navidad está en la persona más cercana a ti. La estrella de Oriente refulge en sus ojos, y el vino que Cristo te da a beber está en el néctar de sus propios labios.

Puedo concluir, por tanto, que tanto el amor, la felicidad, y concretando, la Navidad, se encuentra a un abrazo de distancia.


P.D: Vuelvo al blog porque soy un egoísta, un egocéntrico, un necio, porque quiero que me lean. Pero sólo que me lean aquellos que realmente se lo merecen. Aquellos que creen que hay un mundo para todos.

Por cierto, no le digan a nadie que me leen : Será nuestro pequeño secreto.

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