No dejes de seguir al conejo blanco

No dejes de seguir al conejo blanco

lunes, 14 de junio de 2010

Apertura

Sigue el incesante traqueteo sordo. Me mira. Yo le miro. Me vuelve a mirar con su desdén azabache y con su cara fría de aguja. Se ríe. Me da vueltas. Parpadea a cada segundo, cuando yo cierro los ojos descubro que se ha movido. Se desplaza durante las horas, en un mismo recorrido me persigue amenazante. Tiene el temor de que todo es infinito, menos la propia existencia. Siempre antes de seguir, se lo piensa. Medita sobre lo que esta haciendo. Símplemente actúa por el propio instinto de seguir rodeando a su objetivo antes de que consiga devorarme. ¨Cuestión de minutos¨, parece decir pícaro y sereno. Se está riendo de mí. Lleva horas haciéndolo. Es quien me tortura todos los amargos momentos de mi existencia, es un ánima funambulista que parece llegar a todos lados. A las paredes, a las ya pobladas estanterías. Él es el dueño de mis actos. Tendría que serle sumiso, debería amarlo, ya que es él el que me permite desarrollar mi felicidad sin que cada acción sea inútil. Cada momento, a él se le antoja, puede ser para mí un intento fraguado en una cruel determinación. Puede acabar siendo una vida en vacío. O si no, él podría congelar toda esa colmena de fresas en un movimiento tierno, y dejarme disfrutar del néctar de un beso insípido durante al menos dos días. Pero es cruel. Arrebata, araña la impaciencia de una forma sin duda desmesurada. Cuánto me gustaría ver su muerte. Cuando el hálito se le frene, no le quede más remedio que quedarse ahí parado, mirándome como un fularón brillante que acaba de perder a su amada. Entonces yo estaré ahí para pisotear los piscos de eso poco que queda, haré que se arrepienta por todas las muertes que ha causado.

Ah, por fin. Se acerca con un aleteo una grulla de la muerte. Es el momento de regocijarme. Respira lento, sus exhalos hacen palpitar al compás la habitación. En un último movimiento taciturno, se para. Veo su misma cara blanca con manchas negras desfigurada, con horror, paralizada como de último susto. Me siento bien. Feliz de no sentirme por unos segundos ligado. Por unos segundos, hasta que Marcela dice

- Teo, hay que cambiarle las pilas al reloj.

1 comentario:

  1. me encanta este!
    es absolutamente mi favoritoo! rogaria los derechos de autor para hacer un corto sobre el jeje! buenoo buenooo :D
    a ver si adivinas quien soy ;)

    ResponderEliminar