No dejes de seguir al conejo blanco

No dejes de seguir al conejo blanco

miércoles, 23 de junio de 2010

Odio

Siento aferrarme a ese odio, por esas fino hilo colocado con postura angosta; siento ser tabla de mesa, raya de cocaína esparcida y dispuesta, de una forma u otra en mitad de la insondable noche, del insondable maullar de un gato con demoniacos ojos. Mi espalda sangra, ojalá fuera mi corazón, mi barriga cuelga y mi pena se atormenta.
Entonces abres la ventana, de a dosel, de terciopelo, dejas entrar leve un cendal de bruma oscura, casi plana, escuchas al grillo frotar, a la manzana caer, al bebé llorar. A tu corazón latir, despedazarse mientras lo arañas con la vida que se te escapas.
Compás, tic, tac, tic , tac, te ves apurado, atado de una forma que te acta una sinfonía de Chopin, en una especie de locura que sigue y sigue, noria absurda de connotaciones vacías, como si no dijeras nada. En fin, el ocaso no dice nada mientras te deja reflejar toda esa vastedad absurda, como un bostezo en una conferencia sobre Sartre dada por Kant (o viceversa para otros autores).
Como voy a seguir sin poder explicarlo , como aquello que no tiene sentido es lo que más daño y bien nos hacen, prefiero dejar esto así, como si nadie lo hubiera movido, como la misma raya de coca esparcida por la mesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario