No dejes de seguir al conejo blanco

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miércoles, 16 de junio de 2010

The Back Up Plan

Esa mañana Marcelo se levantó desganado, como si unas orugas se hubieran jugado al póker los retazos sanos de su tripa. Sentía adentro como una profunda insistencia a querer cambiar, pero no le hacía caso. Como siempre, se enfundó su impecable traje y después de beberse el café, se dirigió a su trabajo. Se encontró a Jorge enfundado en su traje de oxígeno, con unas ojeras algo descomunales, aunque no le extrañó. Eran las dos y media de la mañana, pero aunque era temprano Jorge había salido de día. Le gustaba mucho pegarse sus marchas de vez en cuando, y andaba siempre metido en todo. Cuando Marcelo se puso el impoluto traje blanco de oxígeno y conectó su escafandra se sintió realmente vacío, obnubilado sin remedio. Recordó entonces el placer de poder andar por ahí afuera, con la oscuridad acechándole, y viendo que cualquier movimiento de la periferia pudiera ser el último que hiciera en su vida.
Les abrieron la compuerta antes de lo habitual, esta vez era una operación más larga. Había que retirar las dos lonas antes de que la tierra comenzara a moverse, y antes de que el enorme monstruo, en uno de sus movimientos, aplastara y despachurrara cualquier forma de vida que intentara llevar a cabo la operación con éxito.
Siempre le fascinó las ondulaciones que tenía el techo, era como una especie de onda deformes que no tenían simetría (aunque tampoco podía saberlo bien ya que estaba oscuro).
Salieron de la apretada rendija llevando consigo el cable del oxígeno. Escalaron una parte de la mullida elevación del terreno y llegaron a la explanada donde dormitaba el monstruo. Justo a punto de tocar la cúpula, las dos masas envueltas en lona blanca. Había que desabrocharlas desde un poco más adelante, desde el inicio del monstruo.
La operación había estado llevándose a cabo de tiempo atrás, y de las 576 noches, habían salido bien 142, pero invictas sólo cuatro.Y en ninguna habían conseguido el objeto de estudio. Se estaba realmente ralentizando la investigación, así que decidieron intentarlo de forma más drástica para poder avanzar.
Se aproximaron a las lonas. Las palparon, vieron que estaban mullidas y llenas de polvo. Incluso una tenía un agujero a lo alto.
Comenzaron a caminar sibilinamente por la superficie, con cuidado de ese vaivén que sacudía el techo paulatinamente.
Uno de ellos colocó los arneses para encaramarse en lo alto, y parecía que casi lo habían logrado. A los treinta minutos, entre cinco habían deslizado la lona un par de montículos. Estaba saliendo bien. No había sacudidas de tierra, ninguno de los participantes de la operación estaba atemorizado. A las dos horas, tan solo la punta de la lona estaba agazapada en lo alto, el resto estaba dispuesto por el piso para arrastaralo.
Pero entonces sucedió.
Empezó a rugir como cuando te azota el viento con furia y miedo , todo el aire se tensó como la cuerda de un arco. Enseguida vieron que las dos masas se movían unilateralmente. Todos los que estaban colgados terminando de quitar el tortaje quedaron lanzados hacia el mullido y frío suelo, y enseguida ocurrió algo como una estampida. Marcelo y Jorge agarraron la lona y con otro más salieron corriendo, exhalando todo el vaho de su excitación por el casco de respiración. Sin demasiada demora, la superficie carnosa que estaba sin lona atizó a Jorge, dejándolo inconsciente.
"Mierda, plan B" dijo Marcelo. Paró para colocar a su amigo encima de la lona para poder arrastrarlo con todo. Mientras el tercero, el único que quedaba vivo del resto del equipo, les ayudaba, se vio atacado por una fibra amarillenta que surgía del agujero de la lona, rajándole un costado. Mientras Marcelo lo vio consumirse en esos pocos minutos, sin poder hacer nada, rescató a Jorge y se dirigió por el pequeño orificio por donde salían todas las mañanas.Por fin habían logrado finalizar la operación, tenían el objeto de estudio. Al verlo regresar, el resto de empleados tuvieron la certeza de que esta vez había culminado todo eso por lo que habían estado luchando.
A los tres dias, falleció de una infección Jorge. Le pusieron mil velorios, a él y a los compañeros muertos. Por fin se alegraron de haber cesado con tanto sufrimiento. Desde entonces, el día dieciséis de abril fue hecho en conmemoración de los que murieron en tan numerosas expediciones que si hicieron en el mundo exterior.
Marcelo casi no pudo soportarlo, Jorge era como el hermano que quiso que nunca supo que tuvo. Tuvieron que darle asistencia psiquiátrica y antidepresivos hasta seis meses antes de morir de insomnio.

Lucas se levantó aquella mañana dándose cuenta de que como algunas mañanas el calcetín no estaba en su pie. Pero esa mañana, sin embargo, en vez de estar desperdigado por la cama, el calcetín no aparecía por ninguna parte. La empleada se pasó media hora de la mañana buscando y no se explicó dónde podría estar el calcetín, y finalmente concluyó que simplemente se había perdido.
Su madre tuvo que recoger de dentro de la sábana una especie de liendres que había en la cama en torno a los pies; los succionó con la aspiradora, y mientras los lanzaba en la bolsa de la basura dijo:
- Joder, Lucas que asco de liendres.
- No te preocupes mamá, siempre suelen tener un Plan B.

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