No dejes de seguir al conejo blanco

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lunes, 18 de octubre de 2010

Reflexión.

De antemano pido perdón por la brevedad, y también por darlo en forma de pensamiento suelto y muerto, próximamente prometo un cuento. Hoy, necesitaba reflexionar sobre la condición humana.


A veces es importante almidonar ese punto blanco y vacío de tu cabeza, esa bola redonda que tienes como referente, como haz de luz y guía de norte, para dejarte llevar ( y con esto, me explico).
Es muy fácil creer que la vida es una suma de casualidades, o un logaritmo que se resuelve con una calculadora o con alguna intrínseca parábola, o alguna pregunta metafísica que encontraremos en un libro de Hume.
Pero lo cierto es que los humanos somos mulas, poseemos una carga tan limitada que es fácil oir ese chasquido fúnebre de cuando se nos parte el espinazo por todo lo que cargamos encima. En la lengua anglosajona, esta expresión se llamaría " Lean on somebody", alguien sobre el que dejar recaer ese bloque de cemento que la naturaleza nos puso sobre la espalda.
Debemos dejar de buscar culpables en torrentes de sangre, ni cuchillos afilados para desangrarnos con más razón. Admitir que la culpa es inmutable, que no podemos usar alquimia social. Que las amistades son las piedras preciosas ya dadas, que todo en nosotros es apoyo, recurriendo al poema de Neruda de " todo en ti fue naufragio" ( Canción desesperada). El libre albedrío al que debemos someternos debe ser bien medido sobre nuestros actos, y por eso conservar el mayor número de relaciones posibles, para poder compartir amor. Repartir amor, sentir amor. Por eso, si alguien me llama a las tres de la mañana para contarme que el abuelito se murió, que cayó la muerte sobre sus palmas blancas y aciagas, con esa sonrisa fosforescente de vida plena y tanto rencor reprimido, lo mantendré al teléfono y me limitaré a escuchar. Porque no me hace falta ser ni filósofo ni psicólogo para saber que, la mitad de los lamentos de pena del inframundo son palabras pidiendo ayuda.

1 comentario:

  1. Me encantas.
    Podría dar fe de lo de las llamadas, pero me temo que mis causas siempre han sido menores a la muerte de un abuelo.

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