No dejes de seguir al conejo blanco

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viernes, 1 de octubre de 2010

Alfonsina y el Mar

Siempre fuiste princesa vetusta
llena de harapos incontenibles,
con tus ojos profundos y verdes,
con tu sonrisa de pianola salada.

Fuiste caminando al trote lento,
acariciando la negra arena
de un día lluvioso donde
las sirenas lloraban zozobrando.

Bajamos la lámpara, te vimos el rostro en las escarpadas cumbres.
Tú dejaste caer el pelo a la vez que dejabas caer la muerte.

Nadie te quiso, niña ingrata, tus labios están solos,
ni las gaviotas te los picotean con gracia.

Ni la profundidad del abismo,
pudo con tu alma incontenible,
pudo con mí mismo.

Ni la llama de tus perlas grandes
que no apagaban los murmullos
de la caracola de los Andes

Y mientras te lleva esa voz antigua, mientras hundes tus pies
yo te veo caminar, mientras el mar te va vistiendo de tu mortaja...

2 comentarios:

  1. Ni la palabra vetusta se usaría a sí misma
    sabemos lo que pasa
    no te gusta decir vieja
    no podrías decir bruja
    te aterra el exilio del idioma
    no sabes cómo huele un perro ensangrentado
    no conoces la poesía de un gato sin abdomen
    y en cambio sí te jactas
    de practicar el aquelarre
    cambiando sonrisitas
    con la triste pianola

    los ojos son
    profundos en función de las ojeras
    Los ojos son
    verdes cuando el vertido es tóxico
    los ojos son azules cuando
    los ojos son azules
    los ojos son
    los ojos

    qué poco te contienes
    en el ocaso del verso
    qué rápido le abres
    el paso a la antiestrofa
    al harapo y el abismo
    la gaviota y la guadaña

    no confundas el arma y el juguete
    el poema y el recurso

    no malgastes tinta
    vete a ahogar todas las penas
    en el vaso de ginebra
    y esperemos que el alcohol
    no naufrague en tu desgracia

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  2. Me gustó tu acto de osadía al criticarme algo que probablemente esté mal, pero el hecho de que hayas escondido tu escueta figura tras la sombra del anonimato hace que pierda fe en la gente que es crítica, y no tiene valor ( o quizá tiempo) de entablar unos porqués de mi mal arte

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