Siempre fuiste princesa vetusta
llena de harapos incontenibles,
con tus ojos profundos y verdes,
con tu sonrisa de pianola salada.
Fuiste caminando al trote lento,
acariciando la negra arena
de un día lluvioso donde
las sirenas lloraban zozobrando.
Bajamos la lámpara, te vimos el rostro en las escarpadas cumbres.
Tú dejaste caer el pelo a la vez que dejabas caer la muerte.
Nadie te quiso, niña ingrata, tus labios están solos,
ni las gaviotas te los picotean con gracia.
Ni la profundidad del abismo,
pudo con tu alma incontenible,
pudo con mí mismo.
Ni la llama de tus perlas grandes
que no apagaban los murmullos
de la caracola de los Andes
Y mientras te lleva esa voz antigua, mientras hundes tus pies
yo te veo caminar, mientras el mar te va vistiendo de tu mortaja...
Ni la palabra vetusta se usaría a sí misma
ResponderEliminarsabemos lo que pasa
no te gusta decir vieja
no podrías decir bruja
te aterra el exilio del idioma
no sabes cómo huele un perro ensangrentado
no conoces la poesía de un gato sin abdomen
y en cambio sí te jactas
de practicar el aquelarre
cambiando sonrisitas
con la triste pianola
los ojos son
profundos en función de las ojeras
Los ojos son
verdes cuando el vertido es tóxico
los ojos son azules cuando
los ojos son azules
los ojos son
los ojos
qué poco te contienes
en el ocaso del verso
qué rápido le abres
el paso a la antiestrofa
al harapo y el abismo
la gaviota y la guadaña
no confundas el arma y el juguete
el poema y el recurso
no malgastes tinta
vete a ahogar todas las penas
en el vaso de ginebra
y esperemos que el alcohol
no naufrague en tu desgracia
Me gustó tu acto de osadía al criticarme algo que probablemente esté mal, pero el hecho de que hayas escondido tu escueta figura tras la sombra del anonimato hace que pierda fe en la gente que es crítica, y no tiene valor ( o quizá tiempo) de entablar unos porqués de mi mal arte
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