No dejes de seguir al conejo blanco

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jueves, 6 de enero de 2011

El loco del páramo con la caja de jalapeños

Se rumoreaba por algunos páramos de Jalisco que durante el día deambulaba un loco con una caja de cartón, con un bote de jalapeños de color bronce en su interior. La caja estaba casi partida, y como que el hombre tenía que hacer una postura extravagante para aferrar la caja con sus manos y que no se derramara ni se cayera el bote al suelo.
En el pueblo era Manuel, el errante deschavetado. Para el Páramo era el profeta insomne, saludaba a los lagartos con su lengua bífida, esos lagartos sagrados que en algún estandarte hubieron de ser colgados, por darle al hombre en su día la capacidad de divinizar, así fuera el águila, la serpiente y el cactus.
Manuel caminaba levantando siempre polvo, uno era capaz de averiguar que estaba viniendo por la estela que dejaba en su paso por el páramo. El polvo vibraba a las luces del mediodía, y al momento del ocaso era como polvo de hadas. A la hora de la siesta, sin embargo, todos los habitantes sabían que era polvo de polvo.
Tenía un andar muy característico, parecía que había amalgamado la forma de su cuerpo a la caja, que se había fundido con su integridad. Y ahí estaba él, agarrando fuertemente la caja por el lado que estaba desecho, porque la única intención de ese loco pretencioso era que no se le cayeran los jalapeños.
Y caminaba varias veces al día, de una aldea a otra, pasando las tuneras que había por esos caminos reales y no tan reales. Muchas veces cuando llegaba a un pueblo le daban a beber agua de una bota recia, pero él sin soltar la caja, se daba de beber como un niño chico. Continuaba tras comerse una tapa de hormigas fritas o papas, caminaba con tan solo un sentido, con tan solo un sentimiento.
La gente no se olvidaba de él; lo tenía en su recuerdo, como una brasa de hoguera ardiente, pero era la adaptación de la propia realidad de Manuel; tal que la lluvia estaba fría, Manuel estaba loco. Y ningún loquero hizo ademán de irlo a buscar.
Un día de estos que los rajones hechos en la tierra seca eran hendiduras profundas, Manuel estaba en el páramo absurdo que había entre un pueblo y otro, a unos quince kilómetros. Tenía los pies hinchados y el pecho henchido, siempre con esa prestancia infantil de buen hacedor. Los zapatos estaban casi rotos, no se los había cambiado desde que compró el bote y lo llevó en esa caja a punto de morir, y él mismo iba metiéndose en la caja al lado del bote, resguardando el bote y dándole vida a la caja.
Pero esa tarde, mientras iba caminando entre pedruscos y cactus picudos, mientras se secaba el sudor de la frente, tuvo la indecisión de mirar al bote. Entonces se le abrieron los ojos como los pétalos de un hibisco, y haciendo ademán de agarrar más la caja, la dejó en el suelo. Con su postura reclinada, miró el bote, vio relucir su fecha de caducidad en letra negrita, 17/8/2008, y sacó un pequeño calendario doblado, con tiznes de tinta, y estaba tachado hasta el día diecisiete de agosto, así que se limpió el polvo de la camisa y abrió el tarro, que sonó como un clap, sacó un pimiento y se lo comió con una sonrisa. Iba chorreándole las entrañas del pimiento por las comisuras de la boca, y él feliz como un niño, iba masticándolo con gusto. Entonces se limpió con su manga andrajosa, dejó el tarro abierto dentro de la caja y se marchó de vuelta al pueblo, a comprar otro bote de pimientos. Dejó el bote en medio del páramo, entre pedruscos y lagartos, para que estos devoraran el fruto de sus entrañas, para alimentar a esos animales que un día estuvieron en los estandartes, la ofrenda de la propia tierra, los lagartos que enseñaron a divinizar.

1 comentario:

  1. Me gustó mucho! Parece que has estado en Jalisco pues describes muy bien la parte del Bajío. Sólo una observación: en el bajío no hay lagartos, los hay en la costa como Vallarta. Es interesante imaginar al hombre comiendo el picante...creo que faltó un poco más saborcito..por ejemplo la sensación de estar "enchilado" es muy divertida, aunque puede que no haya sido uno de tus objetivos.
    Me llama la atención que quieras escribir sobre México seguro que fue Rulfo el que te inspiró =) de cualquier forma es un honor que escrbias sobre mi país.

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