No dejes de seguir al conejo blanco

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domingo, 9 de enero de 2011

Pre conocimiento de los muros de lo absurdo.

El ser humano siempre ha tendido a buscar un objetivo, una misión, ha intentado durante numerosas veces indagarse la existencia .Esto es atribuído a la condición de dios que creen tener los individuos de nuestra raza, el motivo principal de la existencia de dictadores y personas que, ante todo, estaban predispuestos para entrar en el estado de grandeza. Pero, ¿ es el sentido de la existencia humana la superioridad? ¿ Realmente estamos aquí para superar los escalafones y avanzar en pos de otras personas?

En el ensayo del escritor argelino Albert Camus, “El Mito de Sísifo”, intenta establecer las condiciones básicas de ese ser humano cuya principal preocupación es en cierto modo trascender, o simplemente separarse de esa inutilidad o esa condición de inexistencia que parece la mayor causa de suicidios durante toda la historia.

Cierto es que según las personalidades sociológicas de distintos individuos esto puede afectar de distinta manera, pero el sentimiento es común, es decir, la gente habla en términos económicos de productividad en esta época tan globalizada, hablan en términos utilitaristas, y en sentido espiritual siempre existe un objetivo como el Nirvana o la salvación. Como en cierto modo podríamos aludir al Carpe Díem para establecer esa reflexión, pero trasciende más allá que en el disfrutar el hoy y esperar al mañana. Habla de la constancia, habla de unos parámetros comunes, habla de la muerte.

Hemos de pensar que la existencia del hombre es bastante más profunda que los ciertos casos que se suelen establecer por allí, es una propia negación del hombre moderno a aceptar la cruda realidad, de que la mayoría de las poblaciones están condenadas al fracaso por la vastedad genética que ocupa tanto a buenos seres como a seres despreciables Desgraciadamente, estos últimos abundan como el nitrógeno en la atmósfera.

Si bien hay que tener entendido la condición social del hombre moderno, de cómo esa antropología pasa más bien a convertirse en ese juego de “información es poder”, de cómo vamos desnudando de a poco la visión general esos cuerpos homínidos que fueron dados desde los inicios, la locura es un componente indispensable en el estudio de todas las cosas. Como en un juego de alma, hay que separar esas dos figuras. Lo separaron grandes autores modernos, y es cierto que incluso en el arte y el artista hay una división inmutable, una barrera que se traspasa. Las dos partes son indistintas, Orwell ya dijo que si bien Dalí era un excelentísimo pintor, era la persona despreciable por antonomasia.

Entonces Camus intenta, en su concepto, averiguar esa capacidad afuncional de la actuación del hombre, cómo en el despreciable intento de lo que Sísifo intentaba hacer, desplazando esa roca diariamente a lo alto del monte para saber que tendría que volver a empezar al día siguiente, había vastedad de proyectos e ideas inútiles e innecesarias. Está, por tanto, remitiéndose a ese ejemplo mitológico para referirnos al humano como aquel que no tiene objetivos en sí mismo. Si bien es cierto que el hombre ha desarrollado cosas, se refiere no tanto en cuanto a su utilidad o sus procederes como la propia existencia, la causa final de ese humano que vive sin saber por qué.

Esto se refleja en muchos casos en la literatura, sobre todo en esos personajes que tienen una profundidad y una hondura igual que el espejo de una gafa, no por el tamaño sino más bien por las capacidades de refracción.

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