No dejes de seguir al conejo blanco

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martes, 14 de diciembre de 2010

"Un hombrononón"

En apariencia, todos los hombres estamos tranquilos y serenos. En apariencia todos somos dioses, parecemos témpanos de hielo con ojos en relámpago y nariz que huele a barbitúrico. Parecemos efigies hechas de porcelana, inamovibles como el viento del desierto, cambiantes como las propias dunas que son movidas. Somos todo huesos, todo carne, todo aire, y estamos vivos mientras vamos muriendo. Pero seguimos siendo hombres. Y ahí está el problema, tener que llevar a cada lugar de las calles nuestro compromiso, el seguir teniendo barba, el seguir llegando tarde, el seguir defraudando a las mujeres mientras esperamos un hálito profundo en esos ojos de gatas persas amansadas, acostumbradas a tener que vivir con la imperfección en el otro lado de la cama. Mientras tanto, nosotros tenemos que mantener el tipo, seguir viviendo al otro lado del espejo mientras vemos cómo nos atacan los años, la calvicie, las ganas de hacerlo aquí y allí con esta y con la otra, tendremos que luchar feroces contra una próstata sin retorno, con un crujir de rodillas constante. Seremos toda esa serie de desgracias dentro de una misma piel, aspirando a ser sinceros, añorando ser más simples, pero en muchos casos, deseando estar muertos...

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