No dejes de seguir al conejo blanco

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miércoles, 22 de diciembre de 2010

Con favor de viento, con viento a favor.

A Ernest Hemingway

Ocurrió esta historia dada a un marinero en un puerto de New Orleans, cerca de esas casas donde Keneddy Toole se quitó la vida por no haber publicado su primera, póstuma y única novela, "La conjura de los necios".
Aquel día hacía un sol espléndido, y el marinero decidió echarse a la Mar con todo su buen talante. Arrió las velas tras recoger los arpones y desenmarañar las redes, y en seguida y gracias al viento de tierra, partió surcando el agua.
Llevaba toda la vida fascinado por la Mar. Por su color, su tesitura, su razón de ser... Lo que pasa es que él no lo sabía. Creían los antiguos egipcios que el ámbar es lo que sale de la superficie de la Mar cuando le da el sol. Para aquel marino no hizo falta más oro bruñido que el verse rodeado, aislado, exiliado, entre litros y litros de agua. Era un náufrago orgulloso de su Patria Nueva, sin embargo había tantas cosas en tierra que lo amaban, su hijo pequeño, su mujer... A su fibra moral no le afectaba, sin embargo, el hecho de crecer desmesuradamente, el hecho de irse haciendo más y más viejo y de que las arrugas estaban cada vez estaban más hendidas en la piel salitrada. El espíritu lo tenía como el de un niño enfermizo, un niño bucólico pero enamorado.

En aquel día tan esplendoroso, una gaviota con el pico pardo se le aproximó, diciéndole :
- ¡Ah del barco, capitán! !Veo sus ánimos decaídos, acabo de venir de las Antillas y no conocí a marineros más felices! ¡Debería usted alegrarse el día, capitán! Tantas cosas bellas bajo y sobre el agua.. Como para no disfrutarlas, creame.
El capitán tenía la boina un poco ladeada, y estaba mascando con indecisión tabaco puro, mientras miraba a los celajes, el vaivén de las olas, apagarse unas a otras. Ni siquiera parecía prestarle atención a la gaviota, pero finalmente decidió hablarle, por estar cansado del hastío de haberle susurrado tantas promesas al mar.
- No puedo reunirme con mi verdadero amor. Es algo que no entienden ni siquiera las gaviotas. Estoy condenado, estoy atado a regresar a puerto con el pescado, con las cacharras y los aparejos, estoy condenado a vestirme de luto para ir a un entierro. Soy triste siendo preso en tierra, aunque cuando surco la Mar realmente sea un esclavo de su cadencia. Pero a eso no se le llama esclavitud, a eso se le llama entrega.
La gaviota se quedó pensando a una sola pata. Era un hombre muy singular, de aspecto pacífico, pero que no lograba comprender como persona.
- Si por qué no lo amas, lánzate a él, deja que tus ojos se irradien de locura.
- Qué dirá la sociedad... Seré un pobre loco, un anacoreta que eligió una vida que no debía de haber tenido.
- Y sin embargo, fue la que quiso, la que él eligió.
El marinero se quedó pensando. Estaba solo con la gaviota en la cubierta de parqué, y los sonidos de zozobra del barco producían tintineos oscuros en los cabos y en la zona del foque. Hacía ya varias millas que debería haber cambiado el rumbo; se estaba saliendo de la zona de pesca cercana a New Orleans.
- Pero debo regresar al puerto de Gobe, es el lugar al que debo pertenecer, tengo una etiqueta, soy un individuo, un marinero que debe cumplir.
- Renuncias a soñar, te das cuenta, ¿no?
- Pero así no debo ser... ¿qué hago con todo eso que estaba antes que el Mar, qué hago con eso que me fue dado en sociedad?
- Debes saber que el Mar estaba antes que tú, que la sociedad y que tu mujer. Creó todas las cosas que únicamente necesitas. Y lo único es que no necesitabas estar con el mar porque no lo conocías, pero él es tu todo. Y nada te hace más feliz.
- ¿ Cómo lo sabes? - dijo el marinero incrédulo.
- Conozco a la bella dama, de dedos finos y cabellos negros y hermosos que creó el mar. Se llama Tacilana Maro, y ella es la razón de que el mar fuera creado, para atraerte explícitamente, hombre de corazón grande pero débil.
-¿ Ella me está esperando?- dijo el Capitán.
- Lleva esperándote desde hace tiempo, esperaba a que te dieras cuenta por ti mismo - le respondió la gaviota.
El Capitán tenía un lío en la cabeza. Todas las decisiones, las que son para ahora y las que son para después, las que repercuten drásticamente y las que no. De entre todas ellas, solo escogió la que le alimentaba el alma, la que le daba une façon d'être...
- Quiero huir por encima de todas las cosas, de aquello que me viene dado por naturaleza, quiero reunirme con el verdadero placer de vivir. Quiero reunirme con Ella.
Y diciendo esto, el marino se quedó sentado mientras surcaba con rumbo fijo, hasta que fue ahondando en el mar cada vez más y más, y por fin, gracias a la falta de pretensiones, fue feliz para siempre...

Proverbio chino

1 comentario:

  1. Que gaviota mas razonable. Y ademas me impresiona el final, quisiera que asi fueran la mayoria que los finales.
    Que fortuna para tacilana, al parecer ella tambien quiere al marino

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