No dejes de seguir al conejo blanco

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sábado, 18 de diciembre de 2010

El pasado y otros fantasmas

Debo desprenderme de esa capa de pasado que me atormenta, que es capaz de taponar mis días mustios y perseguirme. El pasado sabe todos los recuerdos que le debo, espera poder cobrármelos algún día enjuto en su traje de paño y alpaca, como si de una deuda vulgar cualquiera se tratara. Sin embargo, él es dócil, no, realmente el pasado no es como lo pintan. Es un grupo de ronroneos de persona, un tratado empapado en leche que nos recuerda los actos derramados, no es más que un vulgar señor que hace lo que puede, su trabajo, y con eso apechuga.
El culpable indiscutible de los llantos al ver fotos antiguas, es como el brindis de haber robado toda la esperanza en un momento álgido, es como ese hombre triste que acaparó la nostalgia en su tumba personal.
Pero es nuestro futuro roto, lo que fuimos en espera de lo que seremos, lo que nos enseñó. Es tan parte de nosotros que a veces nos llegan escalofríos de cómo es capaz de acordarse de nosotros. Pero aún así no estamos a salvo, nuestros actos caen una y otra vez como gotas en la lluvia, un golpeteo incesante contra los cristales del coche, estamos condenados al fracaso. Ni siquiera podremos salvarnos de un desamor, de una traición, de un sentimiento indoloro de pura ignorancia.
De la tumba. De eso es de lo único que estamos a salvo en el pasado.

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